Un dÃa me hallarán contándole secretos al prado y regalando una gran sonrisa al viento que desbarate mis muecas. Y andaré a gatas, buscando joyas en la tierra, apenas gimiendo. Se me verá cantando refranes al rÃo seco de la lógica: Al que madruga, se lo lleva la corriente; extendiendo los brazos al abrazo de la nada. Susurrando una letanÃa de razón.
Ese dÃa estaré desnudo y esquivaré las miradas llenas de lástima. Ya sordo, ya ciego, ya herido de verdad, una libertad como gangrena recorrerá rabiosa mi sangre.
Cuando ese dÃa llegue no sé quién me guardará el saludo aún.
La decadencia es el anuncio del final.
El recordatorio de que nada es para siempre.
En las ciudades, signos inequÃvocos de decadencia son la paidofilia y la indigencia.
La paidofilia no es otra cosa más que el desinterés de los adultos por lo adulto. Por lo serio.
Es la imposibilidad de sentirse atraÃdo por una sociedad vieja. Caduca.
Los paidófilos buscan formas inconclusas, su olfato es insultado con el aroma de la muerte. Buscan desesperados la esperanza de la continuidad.
Niegan el fin afirmando el comienzo.
Por eso, cuando una ciudad entra en decadencia, los paidófilos salen a las calles a observar, con modesta lujuria, a los niños vestidos con apretados shorts o livianas falditas.
La paidofilia está hecha de nihilismo y contradicción y va más allá de la simple atracción sexual.
Es la atracción por lo infantil, no necesariamente por los infantes.
Y la indigencia.
Vivir en las calles, es no vivir en sociedad.
Dormir afuera de un establecimiento cerrado, es cerrarle las puertas a los otros.
EgoÃsmo producto de la desilusión.
Es una sociedad desmembrada. Atomizada.
Una ciudad a la cual se le resta un habitante más.
Cuando una ciudad entra en decadencia se vuelve dÃa a dÃa inhabitable, por eso es tanto más cómodo vivir fuera de la ciudad, estando aún adentro.
O padecer indigencia bajo un techo protector.
Una ciudad en decadencia es reconocible de inmediato:
la vida trascurre entre la sonrisa afilada de paidófilos y la mirada rodeada de mugre de los indigentes.
La decadencia es la señal a la cual todos debieran abandonar la ciudad.
De no hacerlo, se vivirá en un galimatÃas del progreso.
Es un pozo infinito,
lo que entra, ya no sale.
México, como paÃs, no tiene sentido,
no es más que la extrapolación de unas cuantas ciudades.
La omisión de millones de rostros.
El olvido de miles de años.
La patria no debiera ser más grande que la nación,
aquel lugar al cual elegimos como nuestro.
El lugar real en el cual vivimos.
Patria es una imposición,
es un jardÃn de naciones recortadas a un mismo tamaño.
Lo más antinatural. Lo ficticio y artificioso.
Patriotismo es la palabra que oculta los muros.
El yugo que aglutina la heterogeneidad.
El patriotismo está delimitado por fronteras.
Es exacto. Una lÃnea imaginaria es capaz de contenerlo.
México es el gran zapare con el cual se tapa a más de cien millones de personas sin siquiera saber si tienen frÃo o calor.
Hace doscientos años no nació una patria,
simplemente cambió de nombre una quimera.
no es más que la extrapolación de unas cuantas ciudades.
La omisión de millones de rostros.
El olvido de miles de años.
La patria no debiera ser más grande que la nación,
aquel lugar al cual elegimos como nuestro.
El lugar real en el cual vivimos.
Patria es una imposición,
es un jardÃn de naciones recortadas a un mismo tamaño.
Lo más antinatural. Lo ficticio y artificioso.
Patriotismo es la palabra que oculta los muros.
El yugo que aglutina la heterogeneidad.
El patriotismo está delimitado por fronteras.
Es exacto. Una lÃnea imaginaria es capaz de contenerlo.
México es el gran zapare con el cual se tapa a más de cien millones de personas sin siquiera saber si tienen frÃo o calor.
Hace doscientos años no nació una patria,
simplemente cambió de nombre una quimera.