Al principio sólo fue un gran llano dilatado que en verano se cubrÃa con espigas de color rojo. El sol incendiaba aquellas volátiles y satinadas plantas. Un tÃmido riachuelo atravesaba furtivamente la llanura.
Nadie sabe en qué momento llegó el primer hombre al lugar. La imaginación me obliga a pensarlo alto, de rasgos severos y piel curtida por los soles de la vida nómada. Cabello negro y lacio que reflejaba los últimos destellos de un atardecer primitivo. Quizá una pluma como tocado, o aretes elaborados con finos canutillos de juncos pintados de rojo, amarillo y negro.
–Aquà –debió susurrar, en solitaria complicidad con el viento.
Y ahà fue. En el centro de la llanura infinita dejó que la sombra de sus pasos se estableciera.