La ciudad de día y de noche

16:06




De día, cuando los trinos de los pájaros inundan la luz desbordante,
cuando el cielo azul es atravesado por un avión pequeño y tímido
y el reloj de catedral luce preciso y correcto,
la mentira blanca llega a un punto de inaudita realidad.
La excesiva candidez del medio día destruye la luz de los semáforos,
pero, ¡qué bellas lucen las calles plagadas de luminosidad!
La blancura del sol en el cenit desdibuja los contornos,
pero, ¡qué hermosas formas se le adivinan a los palacios!
En el medio día la intensidad de los rayos solares lastima.
El extremo níveo del día, donde todo quiere ser agradable.
¿Qué verdadera calamidad se atrevería a posar sus pensamientos en la ciudad de día?

De noche, cuando el ulular de los búhos atemoriza a los niños,
cuando las invisibles garras de siniestros monstruos se ciernen sobre testas ignaras
y el frío viento trae las notas fúnebres del viejo panteón,
la ciudad se diluye en una ceguera de sospechas.
¡Atento!, aquel hombre de la esquina puede ser un malhechor.
Palacios que toman prestadas las formas de un burdel.
¡Cuidado!, los fantasmas subterráneos acechan los pies tímidos que se alejan de las cloacas.
Bibliotecas luminiscentes que son el blanco de la crítica negra.  
¡Por ahí no!, que los demonios andan sueltos.
Entonces los niños se encierran en sus habitaciones,
a la espera de que el sol los aterrorice con su ceguera blanca.
A la expectativa de no olvidar, otro día más, prestarle mayor atención a la mañana, a la tarde, a esas horas intermedias entre las orgías dementes de luz y oscuridad.



You Might Also Like

0 comentarios

Lo anterior

La memoria que se olvida

Si tan sólo miraras atrás

Subscribe