En el abismo
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Vivía
frente a la terminal de autobuses. Era un vagabundo, no tenía casa,
pero vivía frente a la terminal de autobuses. Su larga barba, recta
y rubia, le confería un aura de sabio eremita. Aislado del mundo
dentro de la ciudad. Como San Antonio, contemplaba las tentaciones en
ese desierto de calles. Como San Jerónimo, escribía continuamente sobre un volumen de hojas. ¿Redactaba un diario, una novela, la resolución de un
problema matemático? Yo creo que construía aforismos para el arte de mirar. Yo creo que él se hartó del
mundo y se escondió del mundo dentro del mundo. No era un loco de
mirada perdida. No era un vago de sonrisa desfachatada. En algún
punto decidió no regresar más a su casa, a su trabajo; tomar una
mochila y un cuaderno y abismarse dentro de la ciudad. Quizá ahora
esté a punto de ser crucificado
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