Las ciudades y los libros

10:04





Un libro es una ciudad.
Y el lector el extranjero que la visita.
Se camina por sus calles (líneas),
se admiran las casas y palacios (palabras).
Se descansa en sus plazas y parques.
A veces toma pocos días visitar una ciudad.
En otras ocasiones se requieren años para poder salir.
Existen ciudades para vivir. Para olvidarlas.
Para regresar cada temporada.

Una cuidad es una libro.
Cada ciudadano la lee, la escribe, la borra y la vuelve a escribir.
Existen tantas ciudades como habitantes tiene.
Caminar es escribir.
Observar es leer.

La ciudad es un líquido que se derrama, hacia fuera sí,
pero con mayor vehemencia hacia adentro.
Es su propia frontera.

El libro está contaminado por las ciudades que lo preceden.
Hoja compuesta de miles de folios transparentes.
Aire que condensa las otras ciudades. 
Ciudades muertas, reconstruidas.
Ciudades novísimas. Urbes frías.
Metrópolis que no son ciudades.
Libros que sólo son papel.  

Los lectores son los extranjeros de todas las ciudades.
Siempre visitantes.
Por eso construyen ciudades sobre ciudades.
Para ser menos ajenos.
Forajidos que buscan un hogar, entre esquinas de papel.
Exiliados de una patria inexistente.
Proscritos que cargan a cuestas la quimera de una nación.
Desterrados que pegan trozos de otras ciudades,
con la esperanza de tener la propia.
Sinónimos confinados de la palabra “lector”.


 Una ciudad es un cúmulo de posibilidades.
Las ciudades en guerra, las ciudades ardientes,
las ciudades rotas por terremotos, ahogadas por la lluvia,
acribilladas por la violencia:
nada más que todas las posibilidades más probables que nunca.

A veces pienso “libro” en lugar de “ciudad”.
Entonces salgo a dar un paseo por el libro,
hojeo una a una las calles,
subrayo avenidas y esquinas
y cuando la noche me sorprende
regreso a casa para leer una ciudad.  



You Might Also Like

0 comentarios

Lo anterior

La memoria que se olvida

Si tan sólo miraras atrás

Subscribe