Bastan unos lustros
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Nadie
pensó que él podría ser uno de ellos. «Era tan buena gente»,
dice la vecina. «Si apenas yo ayer lo vi normal», piensa un
compañero de trabajo. Y la madre del joven de veintidós años no
sabrá siquiera cómo hilar pensamiento, ella tan adentro de este desastre.
Bastaron
algunos lustros y un poco de alcohol para que ese joven violara
brutalmente a un infante de seis años. Y en la desesperación que
sigue al deseo complacido, decidió hacerse homicida también.
Habrá que eliminar todo lo relacionado con esa telaraña de silencios, todo, incluso a él mismo
Habrá que eliminar todo lo relacionado con esa telaraña de silencios, todo, incluso a él mismo
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