Las ciudades

17:03


El clima es muy importante. Debes verificar cuáles son las temperaturas máximas y mínimas, la humedad imperante, etc. Los inviernos suelen ser los más peligrosos y los climas húmedos pueden propagar hongos y líquenes. El clima es lo más importante. Vas a una ciudad que lo tiene todo, pero si el invierno te mantiene en cama durante meses, si la humedad despedaza las páginas de los libros que habrás de consumir durante el día, nada habrá valido la pena.
Hoy, presiento, es momento de buscar otra ciudad. Aquí ya hay demasiada gente, o por decirlo de otra manera, ya queda muy poca gente que no sospeche. Son cambios mínimos en la forma en que me miran. Un distanciamiento milimétrico al cruzarse conmigo en la calle. Sonrisas que antes eran naturales, ahora tienen un tinte de miedo. Lo sé. Huelo el sonido de la despedida. Es instintivo, eso ha de sentir el cachorro de león días antes de alejarse para siempre de su madre. Eso experimento hoy. Aquí las calles ya son una reiteración cotidiana. Betancourt. Azueta. Subo y bajo por las pendientes mientras sueño con hacer maletas. Cruzo las avenidas y los nombres de otras ciudades susurran sus proesas a mi lado. Pero lo crucial es el clima. Allá están las ciudades del norte, modernas, limpias, pero en medio de desiertos extremosos. Allá están las ciudades del trópico, alegres y paradisíacas pero llenas de mosquitos insanos, de médanos, de insalubres drenajes junto al mar. Una ciudad me llama, templada, de clima ligeramente seco y protegida de huracanes y vientos por montañas. Pero no es tiempo aún. Esa fue la primera y será la última.

Quizá Europa de nuevo, con su sangre rancia y vieja, insípida sí, pero con la dosis de indiferencia perfecta. Allá la gente lo puede saber y no creerlo, es una ventaja sobre América: los americanos viven en una realidad extendida donde yo soy posible pero no admitido. Nadie quiere que una noche de verano, por las ventanas abiertas, entre yo a degustar un poquito de su sangre

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