Un débil gozo

17:15



Si hay algo que me pone de buenas es ver a un indigente acostado sobre una banqueta, a la luz del día. Disfruto observar cómo tira cada una de sus horas interminables por las bancas de los parques o en los portales de las plazas principales. Es inevitable, un débil gozo se apodera de mí. Basta verlo meditar y descansar como si se encontraran a mitad de las más esplendorosas vacaciones. Y me masturbo pensando en sus días y su desperdicio inaudito. No lo compadezco, incluso lo envidio: no anda por la calle preguntando la hora, ni tiene que hacer filas frente a los bancos, tampoco sirve de alimento a la bestia burocrática. Es claro que no es feliz, pero no necesita hacer cosas que lo hagan más infeliz, ahí, señores del hogar, radica su gran triunfo y su más lograda libertad

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