Dulce inocencia

15:16



Pasé por la Central.

Iba, como los cientos, miles de personitas a bordo de un autobús. Sentado. Miraba por la ventana. Y el calor. Tráfico. Gente caminando de un lado a otro, lo usual en lugares concurridos. Algo llamó mi atención. El autobús parado por el tráfico y en la acera un hombre joven con una cámara desechable en sus manos.


Observé el objeto amarillo que era manipulado por las manos bronceadas del joven. Después de un rato el hombre se animó a enfocar. Pensé que sólo estaba probando la cámara. ¿Quién toma fotos en la Central?, pensé.

Pero la cámara apuntaba a una mujer joven, con un bebé en brazos. ¡Zaz!, el hombre estaba tomando una foto a su esposa e hijo, en la Central, en medio del tráfico común, de autobuses ordinarios y vendedores ambulantes.

La mujer posaba, su larga cabellera negra brillaba bajo el sol.

El tráfico soldó las llantas del autobús al asfalto. Todavía alcancé a ver que la pareja subía el puente peatonal que el antiguo ferrocarril obligó a crecer tanto. Aún más, observé, totalmente absorto, cómo el joven fracasaba en su intento para que una muchacha les tomara una foto familiar. “No, gracias”, dijo la mujer sin siquiera saber lo que el hombre le pedía. La pareja sonrió, un “ni modos” envolvía la inocencia de la pareja.

Cariño nuevo, amor reluciente. Relación nueva de paquete, con poquísimo kilometraje. Noveles.

Una dulzura invadió el cielo. El cálido aire. La cálida falta de experiencia.

Hoy vi a mis antiguos clientes. Era muy feliz vendiendo tortas y jugos. Levantándome a las 6 a.m., comprando naranjas en la Central, acompañado de mi novio, fulgurando inocencia los dos. Aún cuando no tenía ningún espacio en el IMO, aún cuando era oficialmente un fracasado. Hay cierto dolor en las matemáticas que no sé a qué se deba

Los jugos me hiceron muy feliz.

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